Thursday, February 17, 2005

La abuela Natalia

-echa pa’delante la silla esa, paquito…paquitooooooo la silla..muévela no seas mula , muchacho.
Pero Paquito embodado con la parvada que cruzaba el cielo, no escucha los gritos de su madre.
-Ah, que rico sería volar- pensaba el paquito que no sabía que ellos, así de nómadas como eran, parecían parvada, emigrando de un lado para otro, siempre tratando de encontrar el jefe de la familia, que era minero y que las compañías americanas movían a su arbitrio según se fuera necesitando.
- ¡Paco!- le dijo su madre mientras le pegaba duro en la cabeza- Paco ¡despierta! Cómo es posible, mueve esa silla, no ves que tenemos que caber todos en la carreta y esa silla estorba.
- Ay ama- dijo paquito al tiempo que se sobaba la cabeza- pos’ siempre es lo mismo : que súbela , que bájala , que atórala, ¿cuando nos vamos a quedar en un mismo lugar? Pos’ ya me hartie ama, luego pa’qué, apenas llegamos y los gringos mueven a mi apa pa`otro lado, y ahí nos quedamos solos y hambreados esperando que mande por nosotros..y pos nunca manda, ama.
- A usted que le importa paquito, usted calle y obedezca, las decisiones las tomo yo, que pa’ eso soy la madre.

Y diciendo esto , Doña Natalia, como todos le llamaban y ni como llamarla de otra manera, puesto que ese era su nombre, se dio a la media vuelta y continuo con su labor. Moviendo bultos y acomodando hijos.
Adentro su madre la sentía ir y venir.
- Natalia con tanto borujo …darás a luz antes de tiempo, ten “pacencia” mi’ja, que caminaremos como quince lunas pa’ por entrar a la cañada, y pos luego seguro el camino será harto trabajoso, puede pasar cualquier cosa, “poe” que hasta se te venga el escuincle ese que traies en la barriga..y pos mejor nos quedamos acá…hasta que te paries.. ¿cómo la sientes, Natalia?
- No ama, esto no puede esperar. Isaías cada vez hace más largo el tiempo, ya ni manda por nosotros, y los niños crecen y necesitan de su apa, al menos que sepan que duerme en la misma casa. Ama, no puedo esperar, viste, cada que viene dos días, me preña, no pos, mejor me voy ya con él, a ver si así se le baja la enjundia y deja de tocarme un poco.
- aja y tu creías a mi madre cuando decía que fue una águila antes de ser hembra? El Isaías te seguirá tocando, lo que tienes que hacer es ponerte los remedios que te digo uses, pue, con eso no hay más preñas, pero,¡ ah ,mula no me haces caso!, si te lo digo por tu bien. Ya son nueve y ese que viene en la barriga, pos ni que fueras coneja mi’ja.
-ay ama, pos si, pero que le hago. Poecito viene de trabajar largas jornadas, mal comido , mal dormido..
- y mal cogido mi’ja – termino la abuela.- mira mi’ja yo no veo, pero siento, y tú eres la de todo, deja que isaías se hago cargo de la familia, él es el jefe, pero es un cómodo dura todo el año viviendo lejos y luego lo encontramos en las montañas y cuando apenas nos estamos acostumbrando a los animales, sale con que la traien pa’otro lado…
- ya ama..ya! hago lo que tengo que hacer…es lo que debe hacer toda mujer casada, seguir al marido.
- ah pos ni que fuera manda.
- ay ama ..ay ama!!
Natalia pensaba que nadie la entendía, ni su madre ciega , ni los vecinos de la población. Pero creía firmemente en seguir su marido así le tomara toda la vida.
Por eso cada temporada montaba todos los muebles en esa carreta y junto a sus hijos y a su madre, partía al encuentro del marido errante.
Pasaban los días llenos de polvo, hambreados, adoloridos, bañados en los arroyos y tratando de comer ardillas , los chiquillos miraban estos viajes como maravillosas aventuras. Pero este viaje era diferente, Natalia a punto de dar a luz, con enorme vientre que no le permitía casi moverse, se le hinchaban los pies y las manos, sentía que se le iba el aliento, pero como la diestra conductora que era, no podía permitirse el lujo de sentirse mal, así que ignoraba los síntomas que le avisaban que el hijo venía ya en camino, que estaba listo para ver un nuevo mundo, que el momento estaba muy cercano.
Así que de madrugada, cuando todos dormían alrededor de una fogata, Natalia sintió las primeras contracciones, el cielo tenia nubes bajas y rojas, el aire había dejado de oírse, el frío había amainado y empezó a caer la nieve.
Los dolores la despertaron, eran terribles, peor dolor que cualquiera que hubiese sentido antes, como si le clavaran cuchillos entre las piernas corriéndose hasta su vientre, sacándole el aire, haciéndole punzar las sienes, quiso gritar pero no pudo, el dolor le había cerrado la garganta.
Doña Celia que dormía al lado la sintió y sentándose dijo sobre uno de los codos le dijo
- vamos mija, vayamos al rio…
- no puedo levantarme ama..no puedo ahiiiii- gimió de nuevo..
- levántate Natalia..levántate, te ayudo – Doña Celia la ayudo a levantarse- no puedo levantarme, ama..no puedo-
- tienes que poder Natalia..tienes que poder- le urgió Celia, su
madre.
Natalia casi a arrastras pudo llegar a la orilla del río. Entre contracción y contracción se puso de pie.
- ahora Natalia- le indico su mamá, mientras se acercaba a su hija –agarrate de la rama que está encima de tu cabeza, flexiona un poco las rodillas, separa y abre las piernas y puja..pujaaaa, yo lo agarro al jijo.-termino de decir esto, mientras metía las manos por entre las piernas de Natalia que parada a medias, pujaba con cada contracción.
- mamá si tú no ves, se te va a caer- gimió Natalia mientras pujaba
- no veo, es cierto, pero bien que siento, dale, yo siento la cabeza del mocoso y te ayudo, tú puja Natalia, puja- le volvió a exigir.
Paquito no supo que lo despertó, busco en la oscuridad y creyó oir algo rumbo al río, se envolvió en la cobijas y se levantó. Siguiendo los quejidos y el llanto de su madre, llego hasta el árbol de donde Natalia se sostenía, y supo que su madre tenía un alumbramiento, se acerco hasta su abuela y le dijo:
- que hago bela..qué hago..
- mira niño revisa la cafetera y ve cuanta agua tiene, atiza la lumbre que se prendan las brasas hay que calentar agua, consigue unas cobijas y tráeme la navaja de tu abuelo..la del hueso.
- Onde anda la navaja bela?
- En el huare que me acaba de vender jacinto niño..anda apurate!.
- Amaaaaaaaa estás bien ama? Por favor no te vayas a morir..ya regreso
Natalia seguía en el proceso de pujar y lloraba en silencio..pujaba y se oía como el vientre se le rompía.
- mi’ja- le dijo doña celia- tendrás un cocono de lo grande que viene este escuincle., está atorado, ni modo mija, lo jalare del hombro, le sacare el hueso pero después se lo regreso…porque si lo quebro mija no saldrá nunca y se me pueden morir los dos. Te va a doler mucho, pero aguante, yo te tuve asi..y mírame ciega pero viva-
- amaaaaaaaa estoy pariendo ayúdame!!- jálalo yaaaaaaa.
En ese momento doña celia jalo del hombro al niño y logro que saliera un una parte del bebe y al tiempo arroyos de sangre caliente corriendo por la manos de la abuela..
Corto el cordón y lo metió en las cobijas, le encargo a paquito que lo sostuviera
Natalia se había desvanecido y yacía desmayada sobre la tierra seca. Para ese entonces Poncho el segundo hijo, ya se había acercado y buscaba entre el lecho del río seco unas hierbas que su abuela Celia le había mandado traer, en agua tibia machacó estas hierbas e hizo unas cataplasmas que puso sobre las heridas de su hija… como ya amanecía y el frío estaba arreciando cubrió el cuerpo de Natalia con unas pieles de oso que siempre cargaba y que olían espantoso. Hizo que los muchachos prendieran otra hoguera y se quedó ahí sentada a un lado de ella.
Mientras tanto Paquito se había hecho cargo del recién nacido, lo había limpiado, sacó de los baúles algunas mantillas y ropa de su hermano menor, lo baño y le dio de comer un atole de harina muy ligero. Irremediablemente Paquito y su hermano Eleazar quedarían unidos de por vida, más que la sangre los unían las circunstancias.

Durante tres días permanecieron en ese recóndito lugar de la Sierra
Tarahumara cuidándose unos a otros, esperando que su madre recobrara un poco las fuerzas perdidas.
Cuando pudieron la subieron a la carreta, aun convaleciente, desvariando, con fiebre y con un bebé al lado partieron rumbo al mineral en Bachimba, mina enclavada en el centro de la sierra, Paquito se hizo cargo de conducir la carrerita , entre desfiladeros, y brechas hechas por los animales de carga y los misioneros que se atrevieron a llegar a lo mas escondido de los cañones de batopilas y de Chinipas.
Tardaron 20 días en llegar, 8 días más de lo prevenido. Y cuando entraron en el campamento minero, solo lograron mirar soledad, viento frío, moviendo hojas en círculos.
Natalia miro a su alrededor con los ojos vacíos, cansada , pero dijo con firmeza:
- busquemos una casa y comencemos a desempacar.