Thursday, February 17, 2005

el piano

el piano




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De: rocio avitia
Asunto: el piano...primera parte



Aquella mañana todo parecía más frio, las cobijas, la habitación, el ambiente, la casa, los humores, incluso los sueños habían estado llenos de frío. Hasta mi cama llegaba el olor de café de olla recién hervido, pan de levadura, huevos fritos y tortillas de harina, solo de recordarlo, se me hace agua la boca.
Tengo cinco años y estoy de vacaciones en la casa de mi madrina Gloria, cuarto inmenso, casa de ricos de pueblo, buenos muebles, muy limpios, sin polvo, pero lo que más me gusta de esa casa, son dos cosas: la cocina con sus muebles de fierro blanco, mi madrina tiene la primera hielera del pueblo, blanca como los demàs muebles, cocina de pisos blancos muy brillantes, cocina que huele a pan de maíz, y la otra cosa es aquel piano de Mireya, un piano minúsculo color negro, con piezas blancas que suena como uno de verdad, Dios como deseo ese piano, màs que la casa de muñecas con muebles de madera que tiene mi archiamiga Olimpia.
Su casa de muñecas esta hecha a escala, como si fuera de verdad, con puertas y ventanas que se abren, con muebles pequeñitos pero que parecen de verdad, esa casa es una obra de arte, aun así es el piano lo que yo quiero con ansia, como desea un niño aquel juguete que se resguarda detrás de una parador y que sabe que no llegara ni en el cumpleaños, ni en el santo, ni en navidad, simplemente porque es juguete para niño rico y yo solo soy la ahijada que va de vacaciones.
Ese piano yace abandono en el rincón de un pasillo, ya nadie hace caso de él, solo yo que le veo de lejos sin atreverme a tocarlo.
Mireya me ve observarlo y se regocija en su poder, lo extraño es que ella tiene trece años y yo solo cinco, aun así me ve que paso cercano al piano queriendo tocarlo, y entonces es cuando se da cuenta el poder que da tener algo que otra desea.
Todas las mañanas me mandan al corral para alimentar a las gallinas, nunca le he dicho a nadie esto, porque soy niña de rancho y es ilógico que tenga esa clase de temor, pero sí..le tengo miedo a las gallinas, que en cuanto me ven salir de la casa, se lanza en desbandada hacia mí, miles de picos y de alas revoloteando al rededor mío, siento que me quieren comer, que cada noche de pesadillas, donde las miro picándomela la cara y sacándome los ojos, se cumplirá por la mañana cuando me manden con el huare de hojas de palma relleno e granos de maíz...
escucho mi voz salida de no sè donde ....llamándolas a comer:
-prrrr papapapapapu!! ppprrrrrr paspapapapapapaarrrraaa. - este sonido es inútil porque las gallinas ya están encima de mis pies picoteando alrededor.
Me salgo de entre el montón de plumas y de picos, alcanzo a escuchar los mugidos de las vacas, mi padrino tiene cuatro vacas metidas en el corral, solo para satisfacer las necesidades de los habitantes de esa casa, pero además así dos caballos viejos que yacen guarnecidos debajo de un tejaban hechos de horasca y ramas secas, donde permanecen ociosos, calientitos y bien alimentados, gozando de su jubilación y premiados por ser servicios prestados con anterioridad, además hay marranos, paso cerca de ellos y me hacen fruncir la nariz, porque ese olor es fétido y muy cargado.
Llego hasta el final del corral... y me asomo a través de la cerca de madera, ve un barranco donde crecen algunos manzanos, en el pie del barranco ve pasar el río con sus murmullos y sus quejidos, en el acariciar de las rocas... en el susurrar de los pájaros que vuelan bajo buscando... mas abajo las mujeres lavando con lejía, muy de madrugada se llegan a la orilla y permanecen hincadas sobre las rocas durante horas enteras, es por eso que se vuelven viejas.
Por las tardes todos los niños del pueblo, tomamos camino rumbo al río, mientras unos nadan, otras comemos manzanas verdes con sal y limón, después nos indigestamos de tanta que comemos y aun sin madurar.
Mi madrina nos llama la atención siempre, pero como es ella, más que reproche suena a caricia con palabras. Mi madrina se llama Gloria y le hace honor a su nombre, es un dulce con sabor a sol, con olor de lluvia, con caricias de agua... llena de paz y sosiego, camina si tocar el piso, ella es omnisapiente, omnipotente, ella es mi madrina, siempre sonriente, aun en las penas, ella es consuelo aun dentro de su propio dolor, ella es ganancia aun dentro de su propia perdida.
Aun así no ha logrado ver en mis ojos ese anhelo casi pecaminoso de tener aquel piano, siempre escondo ese deseo detrás de mis párpados, solo MIreya lo conoce, mireya y ese piano, que cada que me ve pasar me llama diciéndome:
- ven, ven tócame. -, pero yo me hago la disimulada y paso como si nos oyera nada, aunque de reojo lo miro escondido en aquel rincón.
Se que nunca podrá ser mío, lo sé en mi corazón. Pero aun así guardo una pequeña esperanza en el cuerpo.



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